Si
realmente desean vivir, deben estar dispuestos a morir.
¿Qué
parte de ti le teme a la muerte?
¿Le
teme la vida a la muerte?
No es
posible.
¿Cómo
puede la vida temerle a su propio proceso integral?
Hay
alguien más en tu interior que teme, y es el ego.
Mientras
que la vida y la muerte no son opuestas, el ego y la muerte si lo son.
El
ego está en contra tanto de la vida como de la muerte.
El
ego tiene miedo de vivir y tiene miedo de morir.
Tiene
miedo de vivir porque cada esfuerzo, cada paso hacia la vida, lo acerca más a
la muerte.
Quien
vive se acerca más a la muerte, y puesto que el ego le teme a la muerte,
también le teme a la vida.
El
ego se limita a arrastrarse.
Hay
muchas personas que no están vivas ni muertas.
Eso
es peor que cualquier otra cosa.
La
persona que está completamente viva está llena de muerte también.
Siempre
que experimenten un momento de vida plena, verán también a la muerte.
Así
sucede en el amor.
En el
amor, la vida alcanza un clímax; y es por eso que la gente le teme al amor.
Me ha
sorprendido siempre la gente que dice temerle al amor.
¿En
qué consiste el miedo al amor?
Lo
que sucede cuando realmente amamos a otra persona es que nuestro ego comienza a
desaparecer y a desvanecerse.
No es
posible amar con el ego; este se convierte en una barrera.
Al
menor intento de derrumbar esa barrera, el ego exclama: “¡Cuidado! Esta será
una muerte”.
La
muerte del ego no es su muerte; la muerte del ego es realmente la posibilidad
de que ustedes vivan.
El
ego no es más que un cascarón muerto al que deben romper y descartar.
El
ego llega al ser de manera natural, de la misma manera en que el polvo se
acumula en las ropas y en el cuerpo del viajero, quien debe entonces bañarse
para eliminar la mugre.
A
medida que transcurre el tiempo, acumulamos el polvo de las experiencias, del
conocimiento, de la vida vivida, del pasado.
Ese
polvo se convierte en nuestro ego.
A
medida que se va acumulando, forma una costra que debemos romper y desechar.
Es
necesario darnos un baño continuamente, todos los días, a cada momento, a fin
de que ese cascarón no se convierta nunca en una prisión.
El
ego teme amar porque, en el amor, la vida alcanza su clímax.
Siempre
que hay un clímax de vida, hay también un clímax de muerte: van de la mano.
OSHO